«Disciplina positiva» por Olimpia Tardá
Libertad y disciplina son conceptos que crean confusión y que cada familia interpreta de manera diferente. Estas interpretaciones llevarán a la aplicación de ciertas directrices educativas y estilos que nos hacen ser padres más o menos permisivos, controladores, afectuosos…
Desde un punto de vista más convencional, la disciplina tiende a confundirse con corrección y castigo. En este caso, los padres se preguntan: ¿Cómo controlo el comportamiento de mi hijo? Las técnicas que se aplican desde este modelo serían aquellas destinadas a modificar comportamientos negativos a través del castigo o charlas, y premiando a los niños con ‘estrellas, puntos, dinero, dulces…’ para fomentar un buen comportamiento. Dentro de este modelo, la libertad sería vista de la misma manera que algo que los adultos imponen a los niños. En otras palabras, yo —como adulto— te dejo hacer lo que quieras y no establezco límites porque quiero que crezcas con libertad, sin condiciones que puedan influenciarte, para que puedas desarrollar tu propia personalidad. Sin embargo, ‘Dejar que los niños hagan lo que quieren cuando aún no han desarrollado autocontrol es traicionar la idea de libertad’ (María Montessori, La Mente Absorbente).
Las escuelas Montessori a menudo son etiquetadas como centros de educación libre, pero eso no es cierto. Nada podría estar más lejos de la verdad. Como dijo María Montessori, en nuestras escuelas, los niños no hacen lo que quieren, sino que aman lo que hacen, y esto tiene una enorme repercusión en el ambiente de respeto y calidez que se puede sentir en nuestras aulas. Nuestro entendimiento de los conceptos de libertad y disciplina representa la base de nuestras interacciones con los niños y cómo trabajamos en su desarrollo socioemocional. En nuestro modelo, creemos que la disciplina y la libertad son habilidades que los niños traen consigo y nosotros, los adultos, tenemos que preparar su entorno para que puedan desarrollar completamente estas habilidades.
La disciplina se entiende como la capacidad de autocontrol, autodisciplina y voluntad, mientras que la libertad se entiende como la habilidad de elegir libremente y aceptar las consecuencias de nuestras elecciones. Como padres y educadores, podemos ayudarles a desarrollar estas habilidades proporcionando orden y rutinas, así como límites, que hacen que los niños se sientan seguros y protegidos. Los límites deben imponerse de manera natural y tener sentido, enfocados en preservar la seguridad y el respeto, llevarse bien con los demás y el orden. Este concepto sería más cercano a lo que hoy se conoce como disciplina positiva.
La disciplina positiva implica un cambio de enfoque y una modificación en la pregunta, de cómo controlo a mi hijo, a cómo lo acompaño y apoyo para que aprenda autocontrol y tome decisiones responsables. Esta disciplina enseña habilidades e implica decidir lo que vamos a hacer como padres, firmemente pero con amor, en lugar de esperar a que el niño ‘se comporte’. A medida que crecen, podemos involucrarlos más en el proceso de búsqueda de soluciones. Esto garantizará que seguimos construyendo relaciones con nuestros hijos basadas en el amor y el respeto que durarán toda la vida.